Siempre he pensado que en el momento que dejas que alguien entre en tu vida, ya estas en riesgo de que pueda lastimar.
Tal vez por eso esquivo a las personas continuamente, no sé, igual es ser egoísta, pero permitir a alguien formar parte de mi vida podría volverme frágil, vulnerable, como para desencadenar un caos. Un descontrol que me da miedo, que ya he sufrido y en el que no quiero volver a caer.
No tienes el control, y estas fuera de juego, y esa debilidad es algo tan maravilloso como estresante. Igual que a esperanza, que siempre se mantiene, pero también te engaña sutilmente.
Quizás, ni siquiera puedes ayudarte a ti mismo y ese es el problema. Preguntarte una y otra vez, si de verdad la parte positiva de darle a alguien las llaves de tu vida supera el miedo a la exposición total, que supone botar la pared. Quizás ahí este la gracias, en la incertidumbre.
O no, yo qué voy a saber, nunca he derretido mi pared de hielo.
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